Marzo tiene fama de loco.
Así es. Al estar a caballo entre el rigor invernal y la bonanza primaveral, puede que un año sea más invierno y otro más primavera, afectando a la siembra y al fin de campaña de algunas verduras invernales.
La alcachofa quiere frío, y se mantiene tierna y gustosa. Si llega el calor demasiado pronto, se endurece y se forman pelos en el corazón. Otras verduras manifiestan la llegada del calor espigándose, como el brócoli. Su reloj interno avisa que llega el tiempo de florecer y reproducirse.
La fruta en marzo está en sus horas bajas. La manzana y la pera ya hace tiempo que se recolectaron, aunque se conservan bien en silos. Las que mejor están son las naranjas y mandarinas, cuyas variedades tardías navelate y ortanique son dulces y jugosas. En Ecoalimentaria las traemos directamente del árbol, con todo su frescor y sin pasar por cámaras … ¡y se nota!
Falta al menos un mes para los nísperos, y más para la cereza, la ciruela, el albaricoque o el melocotón. Pero mientras tenemos la fresa del Maresme, deliciosa y que, a nuestro criterio, es uno de los alimentos que siempre deberíamos comer provenientes de agricultura ecológica, pues de lo contrario, al no pelarse, no se pueden eliminar suficientemente los pesticidas.
Por lo demás, el campo exige ya bastante dedicación para sembrar directamente o mediante plántulas (para trasplantar cuando crecen un poco) la mayor parte de hortalizas de verano: tomate, pimiento, berengena, pepino, calabacín, judía verde.
Os dejamos con el sabor de unos calçots con romesco, y de postre unos fresones con zumo de naranja, mientras vamos a por la azada. ¡Buen provecho!